Angela Merkel admitió este jueves que hay "grandes obstáculos" entre su partido conservador y los socialdemócratas con vistas a una alianza para formar un gobierno de coalición en Alemania, del que depende en gran medida el futuro político de la canciller.

"Hay todavía grandes obstáculos a la vista, que hay que eliminar", dijo Merkel al llegar a la sede del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), donde se lleva a cabo la última jornada de negociación. "Será una dura jornada", dijo Merkel.

Tras un primer fracaso en noviembre en su intento de formar gobierno con los ecologistas y los liberales, Angela Merkel, de 63 años, en el poder desde hace doce años, necesita cerrar una alianza con los socialdemócratas del SPD si quiere gobernar otros cuatro años.

La canciller se dijo dispuesta a "hallar compromisos constructivos" entre su campo democristiano (CDU y CSU) y los socialdemócratas del SPD.

"La gente espera también de nosotros que encontremos soluciones y en este espíritu trabajaré hoy", afirmó la canciller. Agregó que quiere sin embargo gobernar de forma "adecuada", al tiempo que el SPD reclama más gasto público del que aceptan los conservadores.

- Merkel debilitada -

Para el politólogo Karl-Rudolf Korte, la dirigente, debilitada tras obtener una victoria decepcionante en las elecciones de septiembre, "estaría acabada" en caso de nuevo revés.

Lo mismo ocurriría con su aliado Horst Seehofer, presidente del partido bávaro CSU, y con el líder de los socialdemócratas (SPD), Martin Schulz, que perdió parte de su autoridad desde los malos resultados de su formación en los comicios.

Además, la popularidad de Angela Merkel sigue retrocediendo. Y una mayoría de alemanes (56%) piensa que dejará el cargo antes del fin de su eventual mandato, según un sondeo este jueves del diario Handelsblatt.

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, peso pesado del SPD, fue quien obligó a los responsables de su partido, que estaban dispuestos a permanecer en la oposición, a negociar con Merkel para evitar unas elecciones anticipadas que podrían beneficiar sobre todo a la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD).

Según un sondeo publicado esta semana por la revista alemana Der Spiegel, AfD tiene el 14,5% de las intenciones de voto, un mejor resultado que el que obtuvo en las elecciones legislativas (12,6%).

- Cambio de escenario -

En 2013, los conservadores y los socialdemócratas tenían cuatro quintas partes de los escaños en el Bundestag. En aquel momento, había cuatro partidos representados en la Cámara Baja frente a los seis de ahora, tras el regreso de los liberales del FDP y la entrada de AfD.

Los conservadores y el SPD, que gobernaron juntos en dos ocasiones durante los 12 últimos años, prometen cada uno "una nueva política" adaptada a la época actual, a pesar de sus grandes divergencias en determinados asuntos.

Los derechistas, en particular la CSU que ha comenzado su campaña para las elecciones regionales de finales de año, exigen un endurecimiento de la política migratoria y una reducción limitada de impuestos para todos.

El SPD defiende, por su parte, una flexibilización de la reagrupación familiar para los refugiados, inversiones en educación y en infraestructuras y un mayor apoyo a las clases medias y desfavorecidas.

Los posibles socios avanzaron sin embargo en determinados asuntos, como una ley sobre la inmigración cualificada, una cuestión clave para afrontar el envejecimiento de la población en la primera economía europea.

Pero los socialdemócratas esperarán probablemente hasta el viernes para comunicar si recomiendan o no una nueva coalición.

Luego serán los delegados del SPD, reunidos en congreso extraordinario el 21 de enero, quienes deberán pronunciarse sobre unas negociaciones de mayor calado.

Y al final de todo el proceso, serán los militantes, poco partidarios de volver al poder con los conservadores, quienes deberán aprobar el acuerdo de gobierno.

Si las negociaciones llegan a buen puerto, habrá que esperar hasta finales de marzo para que un nuevo ejecutivo tome las riendas del país, mientras Europa espera impaciente un ejecutivo en Berlín.